Hace unos días, cuando ocurrió el disparatado desatino de los controladores, me manifesté en contra de su postura, puesto que consideraba y sigo considerando, que un conflicto laboral debe resolverse conforme a lo establecido en las leyes. Jamás ausentándose masivamente del puesto de trabajo, provocando los efectos por todos conocidos. Apoyé en aquel momento al Gobierno en su decisión de declarar el estado de alarma, recogido en la Constitución y desarrollado posteriormente por su correspondiente ley orgánica.
Pasados esos quince días, sigo deseando que se castigue a los culpables de tamaña barbaridad, pero en cambio, en esta ocasión, no estoy de acuerdo con la prórroga del Estado de Alarma. Y no porque me fíe de la buena voluntad de estos sujetos, que llevan treinta años chantajeando a gobiernos y ciudadanos sin pudores ni desdoros, sino porque entiendo que el estado de Alarma es una situación excepcional que debe imponerse ante situaciones excepcionales, como en efecto ocurrió en el puente. Pero no puede ni debe ser utilizada como instrumento preventivo, 'por lo que pueda pasar'.
Un Estado de Alarma es una excepcionalidad a la normalidad. La militarización de lo civil, en el ámbito que sea, supone una medida que no debe tomarse a la ligera y que debe ser utilizada ante hechos ciertos, objetivos y de suma gravedad y por supuestos tasados por la ley. Eso de militarizar por 'lo que pueda pasar' o 'porque 'sospechamos que va a pasar', me parece una medida peligrosa que, desde luego, a mi me da mucho miedito y que puede sentar malos precedentes.
Aunque los señores diputados saquen adelante esta prórroga, la constitucionalidad de esta no es asunto claro. Ni mucho menos. No se lo que diría el Tribunal Constitucional sobre esta cuestión, pero sospecho que como mínimo, se desataría un interesante debate entre sus magistrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario