miércoles, 2 de febrero de 2011

Habemus pacto

Que contentos están todos. Gobierno, sindicatos y empresarios. Por fin han llegado a un acuerdo. Que alegría, que felicidad. 

¿Y por qué yo no estoy contento?

Porque el pacto que yo quiero y espero no va dirigido a apretar una vuelta de tuerca más a los mismos, que ya no nos quedan agujeros en los cinturones. El pacto que yo espero va dirigido a otros. 

Va dirigido a que los bancos devuelvan la pasta que los españolitos tuvimos que darles para reflotar sus enormes dislates. Va dirigido a poner freno a los sueldos, indemnizaciones escandalosas y blindajes de los altos ejecutivos y consejeros de administración de las grandes empresas, mientras despiden gente, suben la luz y la gasolina y lloran por las esquinas porque han ganado menos que el año anterior (porque lo de las pérdidas ya no nos lo creemos). Va dirigido a que los ex-presidentes de gobierno no puedan compatibilizar sus pensiones con cargo a los presupuestos generales (que curioso, también lo pagamos nosotros) con sus sueldos millonarios por asesorar a grandes empresas. Va dirigido a reconocer que el sistema no funciona y que la solución no está en que los trabajadores trabajemos más y cobremos menos.

Pero claro. Si este pacto tan celebrado fuese dirigido a todo lo que yo deseo, ya no estarían tan contentos. Los contentos seriamos nosotros y eso no puede ser. De ningún modo.

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