Cuando M. fue a conocerlo antes de decidirse a adoptarlo, fue amor a primera vista. Se abalanzaron uno hacia la otra y no hubo lugar a dudas. Bastó compartir unos minutos para saber que ambos se habían encontrado. Decidido. Tras arreglar los siempre engorrosos protocolos legales, antes de lo que pensaban ya estaban juntos en casa.
No buscaban tanto recibir amor como poder darlo. Ambos se dan ese cariño sólo comparable al que hay entre madre e hijo y que se alimenta con el día a día. Pasado un tiempo, el cambio físico de T. fue espectacular. Engordó unos kilos, inmaculadamente aseado, pelo estilosamente recortado y peinado, estaba irreconocible. Todo el mundo lo decía. Han bastado unos meses para que parezca otro.
Ella encontró una forma de cariño que desconocía y que jamás hubiese imaginado tan plena. De hecho, en el pasado nunca entendió a aquellas personas que habían vivido la misma experiencia y que la calificaban de maravillosa y satisfactoria, a pesar de los sacrificios que conlleva esta responsabilidad. Ahoro no sólo les entendía, sino que estaba orgullosa de haber dado ese paso. Descubrió una nueva forma de amar insospechada hasta la fecha.
A él simplemente le salvaron. Le dieron esa oportunidad que hasta el momento le había negado la vida, que debió ser dura como mostraban sus gestos de temor a ser golpeado tras una regañina de M. Porque a pesar del amor y del cariño, hay que educar y regañar. Pero T. había sido una evidente víctima de maltrato.
Ambos se han convertido en dos seres que se buscan y se necesitan. Se intercambian cariño, gestos, compañía. Ella le cuida con todo su amor y el responde con el más sincero de los agradecimientos.
M. ha sufrido mucho en los últimos tiempos, pero también ha aprendido mucho de la vida y de sí misma, y ha sido capaz de resurgir de la tristeza y hacer frente a la visa con valentía. Y aunque todos los que la queremos la hemos apoyado incondicionalmente, nada hubiese sido lo mismo si su perrito Tino no hubiese entrado a formar parte de su vida. Así que a Tino le debemos haber devuelto la sonrisa y la ilusión a M. Y aunque Tino se ha convertido en un marquesito consentido, sabe ser agradecido y corresponder en tan justa medida.
Gracias Tino.
Edu...Genial... Eres una persona, amigo, hijo... Increíble. T quiero mucho. Natalia.
ResponderEliminar