sábado, 12 de mayo de 2012

Gracias.

Vivimos tiempos convulsos. Crisis sin precedentes, descréditos, desesperanzas. Ponemos en tela de juicio el sistema, la autoridad, nuestro gobernantes, todo aquello en definitiva que machaconamente se nos ha estado vendiendo como válido, como únicas opciones, como lo mejor o al menos, lo menos malo. 

Al malestar general se une en mi caso, un mal año, una mala racha, de esas que pasan, pero que mientras deciden abandonarte te van desanimando cada día un poquito más. Y aunque sigo pensando en lo afortunado que soy, que lo soy, no soy de piedra y los golpes me duelen como a cualquiera. Nada grave, o quizá sí, quién sabe el límite entre levedad y gravedad, acaso depende de cada uno, y es inevitable pensar que a tus 43 castañas no hay pata firme que sujete tu silla y sientes mareos y vértigos. Todo aquello que considerabas estable se torna endeble y te faltan manos y pies y dientes para sujetar lo que consideras fundamental y, sin saber el motivo, se va difuminando progresivamente hasta desaparecer.

Pero afortunadamente ahí están. Aquellas personas a las que de verdad importas y que siempre están. También hay otras que te sorprenden gratamente y que no contabas con ellas y que descubres que te ofrecen su apoyo y su cariño. Otros están lejos y la distancia les limita en la acción pero no en el cariño y la intención. Pero a estos me referiré en otro momento. También el caso contrario, las decepciones, los que presuponen que tú presupones que están pero que se relajan y echas en falta en momentos difíciles. Pero tampoco a estos quiero referirme. No sería justo pues en otros momentos si estuvieron. Y la familia, pero tampoco este es su momento.

Quiero referirme a mis cuatro gorditos. Por orden estrictamente alfabético David, Mar, Pablo y Rubén. Son mi segunda familia sin duda. Y gracias a ellos uno pierde el temor a las putadas que la vida te pueda deparar, porque vivo en el convencimiento de que con ellos nunca estaré desamparado, pase lo que pase. Lo mejor que se puede decir de los amigos es que siempre están. Y ellos siempre están. Sin pedirlo, sin condiciones y sin esperar nada a cambio. Están para cuando necesite, con uso y con abuso. Incluso aceptan un 'hoy no me apetece', lo que no todo el mundo entiende y acepta y que supone una de las mayores muestras de respeto. 

A mi madre siempre le preocupa que no viva en pareja, porque le asusta que me pase algo y piensa en la soledad como algo peligroso para mí. Pero mi madre puede estar tranquila, porque les tengo a ellos y tan sólo me separa una llamada de teléfono para movilizarles. No tendré hijos y ya no sé si pareja, pero sé que el día de mañana enferme o pierda el trabajo o mi casa les tengo a ellos. Y no me faltará un techo, un cuidado, un cariño y un plato en la mesa.

Ellos son el verdadero tesoro que acumula una persona a lo largo de su vida. Lo que te anima a tirar hacia adelante y lo que te impulsa a ser optimista. Y es que si bien la familia es un bien dado por la vida y por la fortuna (como la Monarquía, no pierdo ocasión) las amistades las labras tú, las eliges tú y te eligen a tí. Ese es el verdadero valor. Ellos conocen mis virtudes y mis numerosos defectos, mis miserias, mis alegrías, mis preocupaciones. Pero no sólo no juzgan sino que a pesar de todo ello te escogen y te quieren y te respetan. Eso es la amistad. Y eso es la familia adquirida. La segunda familia. 

Sois mi tesoro. Gracias en estos tiempos difíciles. 


2 comentarios:

  1. Edu soy el tercer gordito en orden alfabético y que sepas que tu último blog es lo mejor de lo mejor y que sepas que te quiero muchísimoooo.

    ResponderEliminar
  2. Yo también te quiero muchísimo. Por eso he escrito lo que he escrito.

    ResponderEliminar