miércoles, 16 de marzo de 2011

Dios y Japón.

Foto de El Pais
Japón ha sobrecogido al mundo. Porque, como me decía mi amigo David, nos ha recordado que la vida te da la vuelta en un suspiro. Que puedes estar en el mejor momento de tu vida y pasar a la mayor de las desgracias en segundos. Que puedes ser una de las mayores potencias del mundo y pasar a la ruina en unos minutos. Que ninguno estamos libres. Y que desde luego, los egos y los orgullos deberían tener presente que la desgracia nos apunta a todos sin distinción. Siempre hay algo que nos recuerda nuestra fragilidad.

No se trata de que nos invada el pesimismo. No es eso. Pero si agradecer lo que tenemos y mantener una actitud un poco más humilde ante la vida y ante quien, en apariencia, tiene menos que nosotros. Quejarnos menos, ser menos altivos y más solidarios. Y pensar que mañana nos puede tocar.

Los japoneses nos están dando una gran lección. Una vez más, porque no es la primera vez. Los japoneses se equivocaron en la Segunda Guerra Mundial y lo pagaron como nadie. ¡De qué manera! Pero decidieron trabajar, salir adelante y aprender de los errores enterrando odios y resentimientos. Y consiguieron levantar a su país situándolo en lo más alto. Sesenta años más tarde, siguen dándonos lecciones desde la desgracia. Sufriendo en silencio, trabajando, sin altercados, ni robos ni saqueos. Ninguna salida de tono. Ninguna revuelta popular. ¿Os imagináis esta situación en España?

Deseo lo mejor a los japoneses porque lo merecen. Por supuesto que todo pueblo lo merece. Pero el japonés ha luchado por su futuro y por su presente. Ha trabajado por ser una potencia y ha forjado su destino. Y no es justo que las fuerzas de la naturaleza destrocen décadas de trabajo.

Lo que me lleva a pensar una vez más, en la existencia de Dios. Omnipotente, todopoderoso e infinitamente misericordioso, me decían en el cole y en la catequesis (si, en mis tiempos íbamos a catequesis, sí o sí). Pues la verdad, es que sigue sin cuadrarme. O está más despistado que el ángel de la guarda de los Kennedy, o ni es omnipotente, ni todopoderoso ni misericordioso en absoluto.

Un cura del colegio nos decía en clase que la mayoría de las desgracias humanas de las que culpamos a Dios son consecuencias de los actos de los hombres. ¿Y la enfermedad? ¿Y la muerte? ¿Y la miseria congénita por haber nacido en un lugar y no en otro? Y en este caso, ¿la destrucción de medio país por un seísmo? No. El hombre a menudo se busca su desgracias, es cierto, pero hay multitud de desgracias que no las genera el hombre. Yo no puedo admitir que las cosas buenas que nos pasan sean gracias a Dios y que de la malas Dios no tenga ninguna responsabilidad. Porque ahora, entre los creyentes en Deidades varias, los familiares de los muertos confiarán las almas de sus seres queridos a la bondad de los Dioses (aunque el Budismo es mayoritario en Japón allí tienen multitud de religiones) y los vivos les darán gracias por haber sobrevivido. Pero nadie echará la culpa a Dios de la catástrofe.

Así que una vez más, como no puedo creer en un Dios con mala leche, porque ya me dirás que sentido tiene , tampoco puedo creer en el Dios omnipotente, todopoderoso e infinitamente misericordioso que me han vendido desde que tengo uso de razón. Aunque ahora que lo pienso, quizá me resulte más fácil y probable creer en un Ente cabronazo que existe para jodernos la existencia. Parece más posible, ¿verdad?


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