Es lógico entender que en el entramado mundo en que vivimos, la realidad impide a los políticos cumplir con muchas de las promesas que hicieron, incluso aquellas en las que creyeron profundamente con todos los ideales sobre el tapete.
Los 'lobbies', esos innumerables grupos de presión, cada vez más numerosos y poderosos, son quienes realmente rigen el destino de nuestras vidas. Es algo sabido y asumido, por más que nos duela. Y si ha habido un ejemplo reciente de dirigente idealista sometido a los grupos de presión, sin duda es Barack Obama.
Pero Obama tiene principios, los mismos que le han impulsado enfrentarse a los Republicanos e incluso a pactar con ellos para sacar leyes fundamentales en su programa electoral como un sistema sanitario universal.
En Alemania o Reino Unido, hemos tenido recientemente casos de políticos de primer orden y máximas responsabilidades que han renunciado a sus cargos por verse envueltos en escándalos de viersos tipos. Eso son principios. Lo de menos es si se es culpable o no. Un político honesto no puede servir al pueblo con la sombra de una sospecha tras la espalda.
Aquí nada de eso. No importa el interés general a la hora de pactar un plan de emergencia nacional como el que debería existir en este país hace años para salir adelante. No importan los ladrocinios de la banca, la responsabilidad de los poderosos que han provocado el desahucio de las familias (la gente ha perdido su casa mientras Blesa está fuera de prisión) y poco importan seis millones de parados. Importa que yo soy el bueno y tú el malo.
No quiero referirme a las políticas de derechas, que por cierto, como si de un embarazo se tratara, me provocan cada día más nauseas. Quiero referirme a la poca clase de los dirigentes políticos, de uno y otro lado, de este país. Porque un político puede no tener la vergüenza y decedencia de dimitir. Pero su partido debe obligarle a ello. Y el partido que en vez de utilizar el falso argumento de 'el otro es peor' asume que 'hemos detectado la sospecha de una irregularidad, y hemos decidido aceptar la dimisión de fulantito...', ese partido ganará votantes. Del mismo modo que impera la disciplina de partido, debe imperar una ética de partido.
Y sí, lo dicho lo hago extensible a los ERE en Andalucía, nadie podrá acusarme de parcialidad. Por supuesto que los implicados deberían estar fuera del PSOE mientras de aclaran los hechos. Claro que por mucho que lo intenten, no es comparable a la complicidad de un Presidente de Gobierno con quién facilitó sobresueldos a todo un partido y aceptó sobornos en nombre de este a empresarios y constructores para conseguir obras públicas (a quién ha abandonado a su suerte, por cierto).
Si después de los sms el Presidente del Gobierno no se marcha, se abre la puerta al todo vale, en lo que me temo será un camino sin retorno. Esto ya no son simples fotocopias.
Por mucho que el señor Marhuenda lo defienda a muerte y por mucho que los votantes del PP lo justifiquen, acontecimientos como este hacen que la democracia se vista de luto y que los que queremos creer en ella caigamos en la más profunda de las depresiones. Estos políticos actuales están mancillando el proceso constituyente del que debemos sentirnos tan orgullosos y la transición de consenso que ha servido de ejemplo a tantos otros.
Son una vergüenza y un insulto a los españoles.