jueves, 22 de noviembre de 2012

¡Y se armó el Belén!

Vaya, esto de la fé cada día es más complicado. Toda la vida poniendo a la mula y al buey en el portalito de Belén que montamos en casa, y ahora S.S. Benedicto XVI nos dice, como quien no quiere la cosa, que nunca hubo mula ni buey en el portal en el que nació el niño Dios.

¡Que chasco! Esto me recuerda a años atrás, cuando Juan Pablo II nos aseguró que no existía el Infierno. Luego Benedicto XVI le desmintió. ¡Cuanta contradicción! Veinte siglos dando el coñazo con el rollito y amenazando con las calderas de Pedro Botero y resulta que ahora los Papas no se ponen de acuerdo y que el asunto no está claro. 





Y yo claro, que fui un niño de mi época, que hizo la Comunión, que fue a Catequesis, que se confirmó y que estudió religión en el cole, pues claro a mis casi 44 estoy hecho un lío, porque me asaltan muchas dudas.

Una de ellas es como reciben los Papas estas informaciones tan reveladoras. Yo los imagino como al Presidente de los EEUU, con un teléfono rojo en el despacho en linea directa con el más allá. Supongo que con San Pedro, que es a quién sustituyen en el cargo. El teléfono suena, y San Pedro les dice, 'oye Bene, que lo de la mula y el buey es una leyenda urbana, coño, que ya esta bien de rollo después de 2000 años'.

Porque claro, estos cambios bruscos de pensamiento tienen que venir de fuentes fidedignas. Lo que me desconcierta son las contradicciones sobre el infierno. Supongo que en el Cielo habrá prensa de diversos colores y que será mas o menos como si la noticia la da 'El Pais' o la da 'La Razón', que hablan de lo mismo pero nada que ver.

Así que desconcertado me encuentro. Los que tienen que estar realmente jodidos son los fabricantes de Belenes, porque claro, soltar este shock mediático justo antes de la Navidad, no parece muy oportuno por parte de la Iglesia. Claro que a eso ya nos tiene acostumbrados, ¿verdad? 

Yo de todos modos y aunque sólo sea por fastidiar, me casaré con un hombre y mantendré al buey y la mula en mi Belén. Y si no les parece bien, pues que me llamen por teléfono.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

14N

Hoy es 14 de noviembre de 2012. Me he unido a la Huelga General y he asistido a la manifestación. Me siento orgulloso de ambas cosas.

He crecido en el Estado de Bienestar. Sin hacer nada por mi parte, he gozado desde que te tengo uso de razón de unos derechos civiles, sociales y económicos que mis antepasados lograron para que mi generación, y las venideras, pudiéramos disfrutarlas. 


Todos los derechos que hoy consideramos básicos has sido logrados a lo largo de la historia con el esfuerzo, lucha, sudor, sangre y lágrimas de mucha gente. Y hoy estamos asistiendo a su desmantelamiento.

Es justo que ahora me movilice por no perderlos, por las generaciones presentes, por las futuras y por respeto a quienes las consiguieron y nos las entregaron. Es una mera cuestión de responsabilidad. Incluso de gratitud.

Todos los días previos al 14N he oído que no sirve para nada, que cae en saco roto, que no vale la pena arriesgar. Si la vale. Desde la abolición de la esclavitud, la igualdad de los negros, pasando por la equiparación de la mujer al hombre, el logro de una jornada máxima de trabajo o el día de descanso semanal, hasta llegar al más reciente matrimonio homosexual, no se han conseguido desde el sofá de casa. Se han ocupado otros, eso es lo que ocurre, y nos hemos beneficiado todos los demás. Pero quienes lo hicieron entregaron sus vidas, unas veces temporalmente y otros incluso carnalmente.

Pero vivimos el momento más crítico de la Historia de España desde el restablecimiento de la democracia (digo restablecimiento porque aunque a algunos les escueza ya hubo en la II República) y nos toca a nosotros. No se trata de hacer heroicidades, se trata de protestar, de decir basta ya a los abusos, de que el pueblo recupere el poder soberano que constitucionalmente le corresponde. Y el coste que pueda conllevar será a corto plazo, a momento inmediato, pero el coste de no frenar esta situación tendrá efectos durante décadas.

Y queramos o no, sólo hay una forma legítima de hacerlo. Hay otras, pero desde luego no tan legítimas.