martes, 19 de junio de 2012

Al final como en casa, en ningún sitio.


No puedo dormir, no se por qué. Últimamente me ocurre, no por preocupaciones, que las tengo, como todos, sino porque me temo que ya no soy un joven que duerme en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia, como antaño...

He puesto la televisión y estaban poniendo un capítulo de 'Españoles por el mundo'. Este tipo de programas que han conseguido que los españolitos nos sintamos unos auténticos pringados. Uno se siente un fracasado y no para de pensar ¿Qué he hecho con mi vida, que ese tio está ahí y yo estoy aquí? 

Destinos para todos los gustos. Playas, montañas, valles, desiertos, grandes capitales. Países de los cinco continentes, de ambos hemisferios. Seas como seas encontrarás un destino que te agrade. Profesiones de todo tipo: Médicos, arquitectos, empresarios, cocineros, monitores de esquí acuático... Todos con aparentes vidas perfectas. 






Si a ello le sumamos la crisis que nos azota, y que desear lo ajeno y no valorar lo propio es muy español, el sentimiento de vida perdida se incrementa. Pues no. No estoy de acuerdo. Niego la mayor. No puede ser oro todo lo que reluce. 


Primero porque sus vidas estarán llenas de problemas y pequeñas miserias como las nuestras. Como las de cualquiera. No hay vidas perfectas. Ni destinos perfectos. Y segundo porque tenemos un país increíble, tan variopinto en su esencia, en sus orígenes, en su cultura, en sus lenguas, en sus paisajes, en sus caracteres que bien podrían ser un montón de distintas naciones en una sola... 

No necesitamos emigrar para disfrutar de un gran país. No necesitamos buscar playas paradisíacas, ni montañas nevadas ni verdes valles, ni ciudades magníficas, porque tenemos de todo eso. Tenemos sol, tenemos lluvia, tenemos folclore, tenemos cultura, tenemos gastronomía, tenemos alegría y sentido del humor como nadie. Somos romanos, celtas, árabes, judíos, latinos, mediterráneos, fenicios. Somos altos, bajos, rubios, morenos. Tenemos mar y tenemos desierto. Lo que necesitamos es convencermos. Creernoslo y defender lo nuestro. Algo que nunca hemos sabido hacer los españoles. Solo cuando ganan la roja, Nadal o Alonso nos reconciliamos con nosotros mismos. Craso error.


Ya sé, ya sé. Sé lo que estás pensando. Pero aún estando de acuerdo contigo, me ratifico en lo dicho.


Otra forma de amar.

Cuando M. fue a conocerlo antes de decidirse a adoptarlo, fue amor a primera vista. Se abalanzaron uno hacia la otra y no hubo lugar a dudas. Bastó compartir unos minutos para saber que ambos se habían encontrado. Decidido. Tras arreglar los siempre engorrosos protocolos legales, antes de lo que pensaban ya estaban juntos en casa.

No buscaban tanto recibir amor como poder darlo. Ambos se dan ese cariño sólo comparable al que hay entre madre e hijo y que se alimenta con el día a día. Pasado un tiempo, el cambio físico de T. fue espectacular. Engordó unos kilos, inmaculadamente aseado, pelo estilosamente recortado y peinado, estaba irreconocible. Todo el mundo lo decía. Han bastado unos meses para que parezca otro. 

Ella encontró una forma de cariño que desconocía y que jamás hubiese imaginado tan plena. De hecho, en el pasado nunca entendió a aquellas personas que habían vivido la misma experiencia y que la calificaban de maravillosa y satisfactoria, a pesar de los sacrificios que conlleva esta responsabilidad. Ahoro no sólo les entendía, sino que estaba orgullosa de haber dado ese paso. Descubrió una nueva forma de amar insospechada hasta la fecha.

A él simplemente le salvaron. Le dieron esa oportunidad que hasta el momento le había negado la vida, que debió ser dura como mostraban sus gestos de temor a ser golpeado tras una regañina de M. Porque a pesar del amor y del cariño, hay que educar y regañar. Pero T. había sido una evidente víctima de maltrato.

Ambos se han convertido en dos seres que se buscan y se necesitan. Se intercambian cariño, gestos, compañía. Ella le cuida con todo su amor y el responde con el más sincero de los agradecimientos.

M. ha sufrido mucho en los últimos tiempos, pero también ha aprendido mucho de la vida y de sí misma, y ha sido capaz de resurgir de la tristeza y hacer frente a la visa con valentía. Y aunque todos los que la queremos la hemos apoyado incondicionalmente, nada hubiese sido lo mismo si su perrito Tino no hubiese entrado a formar parte de su vida. Así que a Tino le debemos haber devuelto la sonrisa y la ilusión a M. Y aunque Tino se ha convertido en un marquesito consentido, sabe ser agradecido y corresponder en tan justa medida. 

Gracias Tino.

miércoles, 13 de junio de 2012

La Luna.

Intenté dormir pero era imposible. Su fulgor invadía mi habitación y por más que me diese la vuelta en la cama de espaldas a la ventana, la luz se reflejaba en las paredes como en un espejo. La Luna llena quería decirme algo y su insistencia me estaba desvelando. 

Es cierto, podría haber bajado la persiana y asunto arreglado, pero su llamada tiene ese efecto hipnótico que te impide esquivarla. Me preocupaba no poder dormir y que el despertador me aporrease los sentidos sin haber descansado lo suficiente. Pero entonces advertí que estaba confundido.



No debía esconderme ni rehuirla. Había que sentirla, que mecerse en ella, permitirla que acariciase mi piel desnuda semioculta entre las sábanas. Y así, dejé que me acunara mientras la permitía ser testigo de mis más profundos sueños. Sin darme cuenta la Luna y yo éramos uno compartiendo experiencias oníricas cuyos secretos jamás desvelaría. 

A veces la vida es como la Luna. En apariencia nos incomoda pero a menudo es una llamada de atención de que lo que nos espera es algo grande. Una incómoda senda que conduce a un vergel de sensaciones y experiencias sin las que nuestra vida acaso carecería de todo su sabor. Y recorrer el camino con ilusión y optimismo, dejándonos llevar por la llamada del destino, arriesgando, peleando y paladeando, es la única vía de una existencia plena y en paz.

Hay otros caminos, otros puntos de vista y otras opciones, faltaría más. Pero hoy por hoy y por más que algunos se empeñen, no echaré la persiana sino que seguiré meciéndome en la Luna. 

Necesito soñar despierto y necesito vivir soñando.