jueves, 18 de agosto de 2011

Carta a los jóvenes peregrinos.

Os habéis recorrido medio mundo persiguiendo a vuestro ídolo. He podido veros manifestando vuestra alegría y devoción por todo el centro de Madrid. Sois muy jóvenes en vuestra mayoría y venís de los rincones más recónditos.

Pero tengo entendido que vuestro ídolo no os permite mantener relaciones sexuales antes o fuera del matimonio bajo el pretexto de que el sexo es malo, impuro, pecaminosamente mortal. Ese sexo que vuestro ídolo sólo conoce de oídas y que se presupone que no ha practicado jamás, pero que sabe mejor que nadie que es pernicioso de solemnidad. 

Y aún dentro de vuestro matrimonio no podréis utilizar el preservativo por más que vuestra situación no os permita mantener a más hijos. Se lo digan a las madres africanas.

No podréis abortar aunque vuestro hijo sufra malformaciones, corra en peligro la vida de su madre o sea fruto de una terrible y bestial violación. Tendréis que parir a toda costa y bajo cualquier circunstancia renunciando a vuestra capacidad de decisión y de opción. Renunciando, en definitiva, a vuestra libertad.

Si sufrís un accidente de automóvil que os deje postrados en una cama con una paraplejia, no podréis decidir terminar con vuestro sufrimiento por mucho que gritéis, supliquéis o lloréis, viváis los años que viváis. Estaréis condenados en vida con la única esperanza de una vida eterna que, si bien os aseguran, su garantía es sólo cuestión de la fé que se os exige.

Si vuestra madre entra en un coma irreversible o permanece consciente pero agoniza entre dolores impensables e incurables, no podréis pedir a los médicos que pongan fín a tamaño sufrimiento, porque vuestro ídolo os dice que eso iría en contra de la voluntad de Dios.

Vuestro ídolo os dice que vuestra homosexualidad os convierte en seres inferiores, dignos de misericordia, por supuesto, pero privados del derecho a amar o a ser amados.

Y si eres mujer, sabes que si quieres formar parte de la infraestructura de tu ídolo, sólo podrás hacerlo siendo monja y que nunca llegarás más lejos que ser Superiora en un convento.

Y por cierto, vuestro ídolo y sus hombres viven rodeados de riquezas en mansiones fabulosas y gastan muchos, muchos euros en que vosotros vengáis a verle, en lugar de destinarlos a evitar la muerte en Somalia de medio millón de niños de forma inminente, según vaticina UNICEF.

Yo respeto vuestras creencias, vuestra fé y vuestra adoración a vuestro ídolo. Pero yo os pregunto, ¿Realmente el Dios en el que creéis está representado por vuestro ídolo? Y sobre todo, ¿Realmente es este el mundo que deseáis, en el que creéis y que celebráis? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario