miércoles, 23 de marzo de 2011

Tanto tienes, tanto vales.

Tanto tienes, tanto vales. Una vez más, el refranero español, a quién recurro tan a menudo, nos muestra lo sabio que es. Y es que la intervención militar en Libia es una muestra más de que o tienes algo que interese a los demás o no vales nada.

El asunto ciertamente es peliagudo. Por un lado qué estupendo que se ayude a un pueblo oprimido por un dictador a recobrar la libertad, ese bien jurídico elemental que debería disfrutar por defecto todo ser humano. Pero por otro, cuántos pueblos oprimidos por dictadores hay en el mundo, y sin embargo, de ellos ni se habla. ¿por que la comunidad internacional ayuda a unos y a otros no? 

Todos sabemos la respuesta. Respuesta por cierto que sólo se ha atrevido a pronunciar en voz alta Llamazares en nuestro parlamento, en contra del resto de grupos. En este tema todos los grupos estaban de acuerdo.

Me resulta complejo mostrarme a favor o en contra de la intervención. Deseo que se termine con Gadafi como el que más. Pero, por ejemplo, hace unos meses nuestro Gobierno ha tenido una oportunidad de posicionarse con firmeza en el asunto de Guinea Ecuatorial y ha pasado de puntillas y deshonrosamente sobre el tema. 

Y es que sinceramente, a la comunidad internacional el pueblo libio le importa un carajo si lo comparamos con la subida del barril de petroleo que supone el conflicto, por ejemplo. 

Por otro lado está la delicada situación de la zona. Hay que salvaguardar los intereses económicos, hay que procurar no cabrear a la Liga Árabe y hay que mantener los votantes internos de cada país, porque al tiempo una intervención como esta supone un pastizal que hay que justificar ante los contribuyentes de los paises participantes (a quienes se piden, una vez más, esfuerzos, esfuerzos, esfuerzos).

Y además tenemos un Consejo de Seguridad de la ONU que es una mezcla tan heterogénea, que decisiones como esta a veces son tan ambiguas que su desarrollo resulta muy, muy complejo. Y ahora nadie parece querer tomar el mando por las repercusiones que ello pueda acarrear (salvo el Napoleón francés, que me da mucho miedito... no sé qué le da la Bruni que cualquier día nos conquista...). Por cierto que ayer la Ministra de Defensa española balbuceaba cuando fue preguntada por quién tiene el mando en este momento. 

En definitiva, que la intervención supone, desde luego, un agravio comparativo con infinidad de sometidos en el mundo, ante los cuales la comunidad internacional mira hacia otro lado diariamente. Y hombre, ya sabemos que este jodido mundo es hipócrita y que son los intereses económicos quienes realmente deciden las decisiones políticas a nivel nacional y supranacional, ninguno somos tontos. Pero hombre, hay que exigir en determinados momentos un mínimo de coherencia. 

Y es que tener petroleo dignifica que no veas.

Otro ejemplo más de este paraíso de los cínicos. 






miércoles, 16 de marzo de 2011

Dios y Japón.

Foto de El Pais
Japón ha sobrecogido al mundo. Porque, como me decía mi amigo David, nos ha recordado que la vida te da la vuelta en un suspiro. Que puedes estar en el mejor momento de tu vida y pasar a la mayor de las desgracias en segundos. Que puedes ser una de las mayores potencias del mundo y pasar a la ruina en unos minutos. Que ninguno estamos libres. Y que desde luego, los egos y los orgullos deberían tener presente que la desgracia nos apunta a todos sin distinción. Siempre hay algo que nos recuerda nuestra fragilidad.

No se trata de que nos invada el pesimismo. No es eso. Pero si agradecer lo que tenemos y mantener una actitud un poco más humilde ante la vida y ante quien, en apariencia, tiene menos que nosotros. Quejarnos menos, ser menos altivos y más solidarios. Y pensar que mañana nos puede tocar.

Los japoneses nos están dando una gran lección. Una vez más, porque no es la primera vez. Los japoneses se equivocaron en la Segunda Guerra Mundial y lo pagaron como nadie. ¡De qué manera! Pero decidieron trabajar, salir adelante y aprender de los errores enterrando odios y resentimientos. Y consiguieron levantar a su país situándolo en lo más alto. Sesenta años más tarde, siguen dándonos lecciones desde la desgracia. Sufriendo en silencio, trabajando, sin altercados, ni robos ni saqueos. Ninguna salida de tono. Ninguna revuelta popular. ¿Os imagináis esta situación en España?

Deseo lo mejor a los japoneses porque lo merecen. Por supuesto que todo pueblo lo merece. Pero el japonés ha luchado por su futuro y por su presente. Ha trabajado por ser una potencia y ha forjado su destino. Y no es justo que las fuerzas de la naturaleza destrocen décadas de trabajo.

Lo que me lleva a pensar una vez más, en la existencia de Dios. Omnipotente, todopoderoso e infinitamente misericordioso, me decían en el cole y en la catequesis (si, en mis tiempos íbamos a catequesis, sí o sí). Pues la verdad, es que sigue sin cuadrarme. O está más despistado que el ángel de la guarda de los Kennedy, o ni es omnipotente, ni todopoderoso ni misericordioso en absoluto.

Un cura del colegio nos decía en clase que la mayoría de las desgracias humanas de las que culpamos a Dios son consecuencias de los actos de los hombres. ¿Y la enfermedad? ¿Y la muerte? ¿Y la miseria congénita por haber nacido en un lugar y no en otro? Y en este caso, ¿la destrucción de medio país por un seísmo? No. El hombre a menudo se busca su desgracias, es cierto, pero hay multitud de desgracias que no las genera el hombre. Yo no puedo admitir que las cosas buenas que nos pasan sean gracias a Dios y que de la malas Dios no tenga ninguna responsabilidad. Porque ahora, entre los creyentes en Deidades varias, los familiares de los muertos confiarán las almas de sus seres queridos a la bondad de los Dioses (aunque el Budismo es mayoritario en Japón allí tienen multitud de religiones) y los vivos les darán gracias por haber sobrevivido. Pero nadie echará la culpa a Dios de la catástrofe.

Así que una vez más, como no puedo creer en un Dios con mala leche, porque ya me dirás que sentido tiene , tampoco puedo creer en el Dios omnipotente, todopoderoso e infinitamente misericordioso que me han vendido desde que tengo uso de razón. Aunque ahora que lo pienso, quizá me resulte más fácil y probable creer en un Ente cabronazo que existe para jodernos la existencia. Parece más posible, ¿verdad?


miércoles, 9 de marzo de 2011

El botín de las monjitas...

Imágenes de Efe publicadas por El mundo.es
Resulta que a las monjitas del Monasterio de Santa Lucía de Zaragoza las han robado sus ahorrillos. Al principio se habló de millón y medio de euros, pero, menos mal, ya sólo se habla de 400 a 500 mil euros. Eso ya es más razonable, claro. Y es que los negocios monjiles son muy rentables: la encuadernación como actividad principal y los cuadros de una de las soritas, que nos ha salido artista. 

Claro, hay que encontrar al ladrón infame capaz de robar a unas hermanas indefensas. Pero claro también, hay que ver de donde ha salido tanta pasta y si Hacienda, que somos todos, incluido el clero, tenia noticia de tanto dinero en el armario (y es que en el clero, no sólo el dinero debe salir del armario).

Y es que el clero y lo de la solidaridad cristiana siguen siendo una 'contradictio in termini'. ¿Saben las hermanitas cuantas bocas se dan de comer con 400 mil euracos en un pais de casi cinco millones de parados? Echen cuentas. Pero eso no importa. Los euritos a buen recaudo en el armario, no sea que se gaste en lo que no se debe. 

No niego que estoy deseando saber como acaba esto. Y la verdad, si el dinero lo ha robado un Robin Hood (parado y con familia preferiblemente) hasta los huevos de que demos dinero a la Iglesia Católica desde los Presupuestos Generales del Estado, pues que sirva de circunstancia atenuante. Que ya está bien.