La oscuridad era casi absoluta. Silencio, tan solo roto por la respiración de la persona que estaba junto a mí, cuyo ritmo se iba acelerando mientras apretaba más y más mi mano. Las pulsaciones aumentaban y la tensión arterial subía un par de puntos. Cuerpo a cuerpo, cada vez más cerca, más pegados. Podía percibir el aroma de su piel y su proximidad facilitaba que su pelo me acariciara la cara. La excitación iba 'in crescendo' mientras empezaban a escurrirse las primeras gotas de sudor por nuestros rostros. Los finísimos vellos iban erizándose y los músculos se iban tesando. La segregación de adrenalina estaba llegando al máximo y de repente... el climax se apoderó de nuestros cuerpos y nuestras mentes...
El asesino disparó sobre su cuerpo y ¡sorpresa! No era el mayordomo. Inimaginable.
The End.
Y de nuevo se hizo la luz.